El arzobispo metropolitano de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria Acosta, entendió en una carta dirigida a sus fieles que ha sido suspendido de la administración del patrimonio y los asuntos económicos de la arquidiócesis.
Aquí la carta enviada por Ozoria a sus feligreses.
A todos mis hermanos y amigos, a quienes quiero y me quieren sinceramente.
Con la noble finalidad de garantizar una continuidad del trabajo realizado, iluminado por las líneas pastorales que nos propone la Iglesia en su doctrina: comunión, participación, descentralización, corresponsabilidad y sinodalidad, cuando cumplí 73 años de edad (2 años antes de mi retiro), solicité vía la Nunciatura Apostólica, el nombramiento de un Arzobispo Coadjutor.
Al cumplir los 74 años la Santa Sede ha nombrado el Arzobispo Coadjutor que solicité.
Mi sorpresa es que el Arzobispo Coadjutor nombrado tiene «unas facultades
especiales exclusivas para el ámbito de la administración del patrimonio diocesano, para cuestiones económicasfinancieras, así como para la gestión del clero y del personal eclesiástico». En consecuencia, el Revdo. Mons. Francisco Ozoria Acosta, aunque mantendrá la titularidad del cargo, «se le suspenderá la potestad del gobierno en los ámbitos mencionados a partir del día de la toma de posesión canónica del cargo por parte del nuevo Arzobispo Coadjutor«.
Según esto, a mí me han dejado sólo el título de «Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo». Lo que menos me ha gustado, los títulos.
Estoy contento y feliz de mi ministerio sacerdotal ejercido con amor a la Iglesia (47 años de Ordenado Sacerdote, 28 años de Obispo), sirviendo incondicionalmente a Dios y a la Iglesia, en humildad y sencillez. He servido a la Iglesia en fidelidad y obediencia.
Según las Letras Apostólicas, se me suspende «por mala administración«, así hay que entenderlo. Nunca se me amonestó o advirtió.
En mi oficio de enseñar y santificar, tengo la satisfacción del deber cumplido. Dios es fiel y conoce mi conciencia. Ahí están los resultados.
A lo largo de estos años de servicio pastoral, he tenido muy presente las palabras de mi querido Padre Monseñor Jesús María de Jesús Moya, cuando le comuniqué del nombramiento de Obispo de la nueva Diócesis de San Pedro de Macorís: «el Obispo debe tener vocación de mártir«.
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